martes, 7 de octubre de 2008

Adiós al burdel más famoso.También los recuerdos se quemaron en el Volta

M.J.

Si esta fuera una ciudad seria habría luto pleno, duelo de varios días, por el incendio que arrasó hace poco más de dos semanas con el Volta. Vaya una información para los distraídos, no caraqueños, santurrones, recatados o excesivamente decentes: el Volta fue durante casi 40 años el burdel más famoso de Caracas, privilegio que disputó durante todo este tiempo con El Cazador, el Tiburón, el Sava, el Puerta Amarilla del Nuevo Circo, el Morrison y tal vez dos más. Esos y nada más.
Caraqueño respetuoso de esa vieja tradición según la cual había que perder la inocencia con una veterana, seguramente se inició en uno de esos establecimientos. Y el que no, al menos lo oyó nombrar. El Volta es uno de los símbolos sentimentales de esta ciudad. Vivir en Caracas y no haber tenido noticias del Volta es casi tan raro e imperdonable como no saber dónde queda el parque Los Caobos, la Concha Acústica de Bello Monte, el Nuevo Circo, el estadio Universitario o las torres de El Silencio. De ese tamaño es el acontecimiento que significa para los caraqueños la destrucción del Volta.
Del resto de los burdeles, algunos tienen fama reciente, es probable que sus anfitrionas sean más jóvenes, complacientes o lozanas, pero hay jerarquías que deben respetarse. El Volta siempre olió mal, las putas (trabajadoras sexuales, las llaman ahora) tenían esa aspereza de carácter propia de las mujeres que quieren y deben agilizar los trámites y despachar rápido al cliente, tenía para los tímidos la desventaja de que estaba en un lugar muy concurrido (boulevard de Sabana Grande, llegando a Chacaíto), así que era preciso entrar y salir rápido, cubriéndose la cara o haciéndose el pendejo por si se atravesaba un conocido o una conocida; los jergones de aquellas camas chirriaban bello y los colchones dejaban siempre la sensación de que eran los mismos desde la inauguración. Había una especie de supervisora o regenta que tenía fama de dictadora: cuando ella estaba de guardia era conveniente ser eyaculador precoz, porque si la sesión pasaba de cinco minutos ya la mujer estaba instalada afuera dándole unos vergajazos horrendos en la puerta y pegando unos gritos: “Ajá, ¿y tú vas a pagar un tiempito extra o te vas a casar con ella, muchacho?”.
Y ni hablar de las enfermedades. No es que las clamidias, ladillas y gonorreas sean patrimonio exclusivo de ese lugar, pero a mí en lo particular me tocó conocer en carne propia, luego de una “visita”, el espanto de descubrirme unas arañitas diminutas ahí en esas zonas que llaman “pudendas”. Unas bichas que hacían un ruidito y que “¡Tic!” al saltar, y que tuve que aplicarles un genocidio de guerra química a base de champú Avispa y frotaciones con kerosén. Pero el Volta era el Volta y para hacerle competencia en términos de fama había que llamarse El Cazador.
Dos días después de la quemazón pasé por ahí, nada más a curiosear y a ver si encontraba quien me diera información. Encontré Me tropecé con varios clientes francamente entristecidos. En la foto puede verse un motorizado mirando fijamente aquella puerta por la que seguramente entró muchas veces. Le hubieran visto la cara… También se acercó uno al que le pregunté: “¿Y usted venía mucho por aquí, hermano?”. Él respondió: “Más o menos. Más o menos todos los días”. Y otro más jodedor me echó un chiste: el del tipo que le dijo a los panas “Voy pal Volta pa’ quemame”, y se quemó.
Abordé al vigilante. Me dijo que los dueños estaban arriba y que no estaban en condiciones de dar declaraciones. Y que las putas en pleno estaban trabajando con la competencia: El Cazador, a media cuadra.
Subí a El Cazador, y en efecto ahí había un hervidero inusual de chicas. Hacinamiento total, y algunas hablando del incendio. Cometí el error de abordar frontalmente a una de ellas y decirle que iba a hacer un reportaje. Me soltó unas lenguaradas en ese idioma sabroso que hablan estas reinas de la noche y no me dio información.
Y ¿para qué información si lo más valioso que nos deja el Volta son los recuerdos?

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