martes, 7 de octubre de 2008

Héroes anónimos en las montañas de Guatopo

Gustavo Borges

Contrastando con el verde y rojo natural de las agrestes montañas de la Zona Sur de Acevedo, Parroquia Ribas, estado Miranda, un nítido color blanco de batas médicas llenó repentinamente los espacios rurales de estas comunidades campesinas, asentadas por siglos en lo que hoy conocemos como Parque Nacional Guatopo.
Un hecho histórico estaba por suceder de la mano de más de cincuenta aguerridos galenos cubanos, quienes fueron allá dispuestos a dejar su huella en los caminos y en las vidas de los habitantes de las más de 40 comunidades (600 familias, unas seis mil personas) que habitan en estas lejanías. Allí, muchos niños y jóvenes crecen sin conocer qué hay más allá de esas montañas.
Casa por casa, recorriendo caminos, atravesando ríos y muchas veces sorteando pantanales hasta las rodillas, se fue tejiendo una historia llena de vivencias y de enseñanzas tanto para los habitantes de estos sectores como para los integrantes de la Cooperativa Cafecao. Pero también para ellos, los de las batas blancas.
Uno conoce el recio vivir de la gente en esas zonas, uno ha viajado por esos caminos y está acostumbrado a ver como los vehículos de doble tracción pierden la batalla contra esa carretera imposible y contra la lluvia. Pero lo que sí no esperábamos era ver a aquellos médicos amables fajándose a despegar el barro de debajo de un jeep, como un compatriota montañero más, y ver como uno de ellos quedaba atrapado entre la máquina que se le vino encima y el terreno movedizo. Por fortuna no sufrió lesiones, pero eso me mostró con más nitidez su valor y su nobleza. Y tanta proeza para ubicar, examinar y atender a seres humanos con problemas que a los gobiernos burgueses no les interesó nunca: gente que no puede caminar, con retraso mental, un niño con hidrocefalia. Seres humanos que la sociedad de consumo decidió que eran de segunda o tercera categoría.
Misión Vida, misión genética, misión José Gregorio: a la final nunca supe el nombre correcto con que se había designado el trabajo de aquellos hombres y mujeres que compartieron con nosotros en estas montañas por más de diez días. No importa. El nombre no fue lo más importante de todo.
Lo cierto es que tenían una misión y estaban resueltos a cumplirla aun en contra de lo difícil que es el acceso e intricado de los caminos a las comunidades de la zona
El equipo de Cafecao aprendió lo que nunca había hecho con estos camaradas cubanos, que al final terminaron dándonos una lección de lo que significa el cumplimiento del deber. Sobre todo cuando esto implica salvar o dignificar la vida de los demás. De la mano con una firme resolución, no hubo impedimento, ni ríos ni caminos. Había que llegar.
Montañas, ríos, trochas de mulas, lluvia, tenían que ser sorteados y así hallar los más de 100 casos de hombres, mujeres y niños discapacitados que fueron atendidos por los médicos cubanos durante su estadía en la Zona Sur.
“Nada los inquieta, nada los perturba”: estas palabras del Comandante de los Comandantes, Fidel Castro, dirigidas a estos héroes anónimos de la humanidad, me ayudaron luego a entender lo que para mí era incomprensible al observar la voluntad, decisión y cordialidad que aun en los momentos más críticos de la misión estos camaradas mostraban a diario.
Cumplieron su misión contra todo pronóstico y sorpresa nuestra. Sé que nunca llegaré a comprender la fortaleza de alma y espíritu de ustedes, camaradas, pero entre las cosas que aprendí al compartir con ustedes fue el no sorprenderme más de lo que se puede lograr cuando el objetivo de la misión es el ser humano, es la vida, es el futuro.

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